Desde hace tiempo me pregunto si los seres humanos tenemos una meta o sentido predeterminado a cumplir en nuestra vida.
Por momentos he pensado que puede que sí, por otro creo que todos los días vamos construyendo nuestros destinos...
Ya sea una o la otra, estoy segura que desde pequeña sea en juegos o la imaginación tuve claro lo que quería para mi vida, luego con el tiempo fui alimentando esa inocencia comprendiendo lo que sería mi mayor sueño... así decidí ser docente.
Quizás no tengo claro cuáles han sido los motivos que dieron lugar a decidirme, quizás tuve buenos profesores y maestros, materias que me gustaron y marcaron por supuesto.... pero si de algo estoy segura es cómo hoy tengo suma confianza en ella, confianza en que educando se puede cambiar el mundo en que vivimos, o al menos contribuir con un granito de arena para transformar nuestra realidad...
Es un sueño, lo sé… un sueño que a veces o a muchos pueda parecer no más que una utopía, una confianza tal que ve a la educación como la solución a problemas sociales y creadora de un futuro mejor de nuestras sociedades. Pero lo importante, es que más allá de serlo o no, lo que siento al pararme frente una clase es inmensamente inexplicable, unos podrían llamarle vocación, yo amor, otros en cambio ni siquiera lo entenderían.
Para mí le educación es una de las tareas más importantes que puede tener el hombre, más allá de que no puedo dejar de hablar desde mi admiración hacia ella, educar es lo que da lugar a gran parte de lo que somos, a lo que seremos el día de mañana.
Los maestros y docentes se desviven por sus alumnos -los buenos por supuesto-, dejan en el aula lo más importante de sí… no su tiempo, ni sus conocimientos, sino todas sus esperanzas, sus sueños, todo su compromiso en cuerpo y alma… Es cierto, yo hablo desde mi poca experiencia y desde un comienzo de mi carrera lleno de sueños y expectativas, pero se que la docencia no será para mí sólo un trabajo donde lo importante es cumplir un horario, corregir pruebas, entregar notas... para mí es mucho más que eso, es respeto hacia lo que hago, hacia aquellos para los que trabajo, respeto por lo que enseño y respeto por todas aquellas posibilidades que yo también tengo para aprender. Así, en el aula no seremos tan sólo docente y alumnos callados y atentos escuchando; seremos seres iguales, dispuestos a aprender de todos, ellos de mí y de sí mismos, y yo por supuesto, de cada uno de ellos.
Quizás la sociedad nunca termine de ser totalmente consciente de la importancia del ser docente, elegir la educación no es tan sólo ser un hombre enseñando determinados conocimientos que ya están predeterminados y programados... es dedicación, reveer planes, programas y objetivos; es pararse frente a un aula con treinta seres que desconoce, todos diferentes entre sí, cada uno con sus gustos, sus personalidades, sus problemas; es enfrentar situaciones difíciles cotidianamente, luchar por sus derechos y los de sus alumnos; es el saber re-explicar y no repetir, transitar por un nuevo camino cientos de veces hasta que sus jóvenes lo recorran consigo... Educar no es sólo transmitir conocimientos, sino también valores como el compañerismo, la tolerancia y el respeto.
Por todo ello para mí la educación es lo más importante, es dejar un poco de sí en cada aula, con cada joven, cada grupo, cada nuevo año que comienza... con tan sólo la esperanza de formar nuevos jóvenes, jóvenes mejor adaptados al presente y buenos hombres del mañana.
Es un desafío lo sé, pero me motiva el arriesgarme, me motiva una esperanza, una meta, un objetivo que parece inalcanzable pero sé que puede ser realizable. Por mi parte quiero hacer que se de importancia a la educación, a lo que se enseña, a quiénes enseñamos, a aquellos que reciben la enseñanza; es necesario trabajar sobre este mundo que crea desigualdad en la igualdad, tratar a todos como iguales, trabajar sobre las diferencias, incluir todas las clases sociales, preferencias y orientaciones sexuales, e incluso poner énfasis en las personas con capacidades diferentes… sería tan interesante que los docentes aprendamos por ejemplo lenguaje de señas, braille y nuevas técnicas para capacitarnos en el trabajo con personas que al fin y al cabo son iguales a nosotros pero calificamos como diferentes.
En fin… quizás es un sueño lo sé, un sueño de que al fin se reconozca el valor de la enseñanza y del trabajo de todos aquellos que juntamos nuestras manos con esfuerzo todos los días a favor de la educación. A veces puede parecer no más que una utopía… pero así lo fuera, de todas formas vale el cansancio de una lucha interminable por hacer de la educación un verdadero derecho, por respetarla, peleando quizás contra el mundo entero a favor de ella, e intentar dejar al menos huella en las almas de niños y jóvenes, dignos para la sociedad del día de mañana.
Stefanie Riani
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